sábado, 21 de junio de 2008

















Chisporrotea

en el aceite

hirviendo

la alegría

del mundo:

las papas

fritas

entran

en el sartén

como nevadas

plumas

de cisne matutino

y salen

semidoradas por el crepitante

ámbar de las olivas.

El ajo

les añade

su terrenal fragancia,

la pimienta,

polen que atravesó los arrecifes,

y vestidas

de nuevo

con traje de marfil, llenan el plato

con la repetición de su abundancia

y su sabrosa sencillez de tierra.

2 comentarios:

Lucie dijo...

LO QUE ME TENTASTE.

Lucie dijo...

JAJA mirá ya te había firmado.
Hoy sñí voy a comer papas fritas. Oh si