Chisporrotea
en el aceite
hirviendo
la alegría
del mundo:
las papas
fritas
entran
en el sartén
como nevadas
plumas
de cisne matutino
y salen
semidoradas por el crepitante
ámbar de las olivas.
El ajo
les añade
su terrenal fragancia,
la pimienta,
polen que atravesó los arrecifes,
y vestidas
de nuevo
con traje de marfil, llenan el plato
con la repetición de su abundancia
y su sabrosa sencillez de tierra.
2 comentarios:
LO QUE ME TENTASTE.
JAJA mirá ya te había firmado.
Hoy sñí voy a comer papas fritas. Oh si
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